Con la premisa indiscutible de encontrar un sitio diferente y singular como petición personal de los novios, nos embarcamos en una aventura de lo más apasionante. Tras una larga búsqueda, logramos dar con una localización que fuera completamente desconocida para todos los invitados.
Encontramos una joya: un invernadero con personalidad propia y plagado de espacio, jardines, campos llenos de flores que lo único que hacían era aportar todavía más luz a lo que ya teníamos entre manos. ¡Un verdadero espectáculo!
Los interiores tuvieron una presencia especial al tratarse de una boda invernal. Sin embargo, junto con la novia, decidimos que el exterior iba a ser uno de los grandes protagonistas tanto en la ceremonia como en el aperitivo.
Boda invernal
20 Noviembre